Lo juro.
Lo intento.
Pongo todo de mi.
Pero por momento pienso, creo y siento que no sos para mi.
Por otros, te estoy extrañando, queriendote hablar, besar o simplemente estando en tu compañia.
Luego de nuevo caigo y nos veo en una cama. OTRA VEZ.
Después una hermosa charla, donde me veo bien.
Hasta que vuelvo a caer, y me guardo cosas. Espero, ruego que te duermas para poder llorar en paz.
No te dormis y esa lágrima no se resiste al caer.
Con tanta mala suerte que cayó en vos.
Inevitable.
Me preguntas qué me pasa. Por qué lloro.
A pesar de que quiera decirte, ni un sonido sale por mi garganta.
Algo me frena, algo me impide hablar.
Y solo opto por abrazarte mientras contengo todas esas lágrimas que quieren salir.
Si, al fin pude.
Ellas se quedaron en mi.
Otra vez la cama, hasta que por fin te dormis.
Yo me quedo pensando.
La tristeza sigue ahi.
Cada tanto, luego de tanto pensar o de una canción triste, alguna lágrima logra escapar.
Mientras tanto sobreviene el dolor físico.
Ese que te indica que ya guardaste demasiado, que llegaste al tope.
Lo largas o te enfermas.
Y aquí me encuentro, con un dolor de cabeza fatal.
No es porque quiera. Sino que no tengo a quien contarle.
Ya no hay nadie en quien pueda
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